Los niños y el consumo

GRASSO

En América Latina hay más de 125 millones de niños que, desde el punto de vista del mercado revisten gran potencialidad de consumo. El mercado y la publicidad colocan al niño en un lugar pasivo, de aceptación de modelos de identidad y lenguaje, formas de valoración e intereses preconcebidos y muchas veces dañinos. El consumismo es la otra cara de la desnutrición y la falta de oportunidades que afecta a tantos niños y niñas de nuestra región.
Entendemos al consumismo como la adquisición innecesaria de bienes materiales, u objetos superfluos, alentada por un deseo nunca del todo satisfecho, una búsqueda de status y prestigio dentro de un grupo social, una necesidad de pertenencia. En estas situaciones, el consumo parece producir una sensación de felicidad que rápidamente demuestra su fragilidad. Este modelo lo transmitimos los adultos a los niños muchas veces sin darnos cuenta. Creemos que los padres y docentes debemos estar advertidos de la importancia de reconocer este fenómeno con el fin de proponer a los niños una buena educación en el consumo, a través de un trabajo critico y constructivo al interior de las escuelas infantiles que sirva para enriquecer la formación de los niños y niñas con propuestas alternativas a las viabilizadas por los medios de comunicación.

La infancia necesita de educadores que no cedan a la mercantilización de la cultura y que formen niños que no sean consumidores a-críticos, sino ciudadanos ricos en saberes y experiencias, capaces de pensar y elegir con libertad. Los adultos debemos estar atentos, para que allí donde la presión consumista intente confundir y modelar rígidamente los deseos y el pensamiento de los pequeños, se puedan abrir nuevas puertas que expandan las fronteras en la experiencia infantil y la libertad de criterios. Desde el lugar de directivos debemos también hacer una lectura crítica de nuestras posturas y actitudes. ¿En qué medida el Centro Escolar estimula a las familias para que resuelvan las necesidades de los niños de la manera más simple, a partir de la solidaridad, la capacidad de compartir y  la utilización de los recursos con los que cada uno cuenta? Y atender a que no alentar  falsas necesidades o competencias que impliquen la ostentación de prendas u objetos de marca, útiles escolares sofisticados,  o elementos que diferencien a unos y otros.

En cuanto al consumo de programas de  televisión y el acceso a Internet, debemos tener en cuenta que en la organización de la mayoría de los programas, juegos y redes sociales subyace una lógica económico-cultural que genera una estética particular, y que incluye la promoción del consumo de bienes y de bienes económicos. Muchos  niños cuentan con un televisor en sus habitaciones y poseen acceso a computadoras e Internet sin el control de los adultos. Debemos ser conscientes que es un fenómeno que sucede cada vez a más corta edad, y que genera formas de conexión nuevas, de interacción no presenciales con formatos lúdicos, aparentemente inocuos, pero que ameritan una urgente evaluación y un compromiso tajante por parte de los educadores y los padres.

También el Estado deberá diseñar políticas públicas acordes, por lo que será una meta de los educadores y de la OMEP actuar para incidir en la promoción de leyes que:

– controlen los mensajes publicitarios destinados a la infancia.

– ayuden a expandir los programas de concientización entre los educadores y padres.

– aumenten la pertinencia cultural de los currículos.

– promuevan valores relacionados con el consumo responsable y la sustentabilidad.

En el Centro Escolar podemos instaurar prácticas para atenuar los efectos del consumismo, a través de sencillas actitudes que estimulen otro tipo de intercambios alternativo al de los objetos. No es difícil evocar estas costumbres para quienes tienen más años, por eso puede ser útil nutrirnos de ideas convocando a los abuelos y bisabuelos de nuestros alumnos.
¿Podemos pensar en regalos hechos por nuestras propias manos? Dibujos, artesanías, y ¡también canciones o poemas! ¿Podemos organizar las fiestas escolares con disfraces realizados por los docentes o las familias a partir de recursos caseros? ¿Podemos hacer ferias de útiles y libros escolares, apelando al canje de lo que no necesitamos? ¿Y ferias de trueque de ropa o productos que producen las familias? ¿Armar una cartelera de intercambio donde las familias puedan hacer conocer a la Comunidad Educativa los servicios que brindan, los trabajos que realizan, para fortalecer los intercambios internos? ¿Acompañar las fiestas con música en vivo en la que todos cantemos, sin preocuparnos por el último Hht infantil? ¿Racionalizar el consumo de alimentos? (En las Escuelas Infantiles de sectores medios o altos suele haber un enorme desperdicio de alimentos a la hora del almuerzo o durante los eventos escolares) Regular la vorágine, actuar con calma, con tiempo, valorizando lo que tenemos y podemos hacer. Regalar con los niños una canción, o una ayuda, “un servicio”, y enseñarles que eso también es un regalo. Ellos se sentirán muy orgullosos si nos ven usar, como el mayor tesoro, el collar de semillas que enhebraron para nosotros, o decorar la oficina con el portalápiz que ofrece la sala. O si descubren que tienen mucho para dar, aunque no manejen dinero: una sonrisa, una caricia, una colaboración.
Procuremos evitar los juguetes alimentados por pilas, difíciles de reciclar, y usemos juguetes artesanales que fomentan la creatividad de los que los usan. Estimulemos la revalorización de juegos y juguetes tradicionales, alentando a los mayores a compartirlos con los pequeños. En los eventos, antes de contratar un servicio de catering probemos la posibilidad de que sean las familias las que cocinen… o los propios niños, y luego organicemos grupos en la web para compartir las fotografías que sacamos entre todos. Atrevámonos a pedir la palabra para expresar un deseo, nuestros sentimientos o una canción “que sepamos todos”, imaginemos darle a los niños pequeñas responsabilidades, como repartir los platos o los alimentos más simples, haciéndoles sentir cuánto valor tiene que ellos ayuden. Pensemos antes de actuar: ¿necesitamos tantos elementos descartables, tanto papel, tantos envases, podemos organizar las cosas de manera de generar menos desperdicios? Recordemos nuestra infancia, no para sentir nostalgia, sino para reaprender de lo que fuimos e intentemos lograr el equilibrio que permita que el consumismo ceda su lugar al consumo racional.

Los niños y el consumoultima modifica: 2021-11-04T15:58:47+01:00da fab_kl
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